miércoles, 11 de junio de 2014

Éxodo


Nunca conté esta historia tal y como fue, no sé si por miedo o por respeto a mi amigo, sin embargo hay cosas que no se pueden ocultar mucho tiempo y ya no soporto la idea de tener que pensar en lo ocurrido sin el consejo de alguien.
Fernando, mi amigo, era algo raro cosa que mucho no me preocupaba. Tenía un altillo donde pasaba la mayor parte del día, prácticamente no salía a la calle y si lo hacía debíamos insistir demasiado, pero últimamente ni del altillo salía. Obviamente su guarida ( como le llamaba él al ático ) era más que grande, tenía todo tipos de libros, un buen sillón ( donde últimamente dormía), televisión, buena música y un cuarto adjunto más pequeño, en el cual preparaba productos químicos de todo tipo, era bueno en eso, y que su hermano solía vender, claro Fernando casi ni salía. Era buen cristiano, pero rara vez iba a una iglesia, recuerdo haber ido alguna que otra peregrinación con él, pero ya de esto habían pasado muchos años cuando no permanecía encerrado en su guarida. Otras cosas que me sorprendían era la forma de cerrar las puertas, giraba la llave, volvía hacerlo en dirección contraria para abrir y luego la volvía a cerrar, también cuando salía del altillo, que si lo hacía era para comer con su familia, apagaba las luces y se quedaba un instante observando, según él por si se prendían solas.
Nosotros, sus amigos, no nos preocupábamos  mucho por eso, era nuestro amigo y lo queríamos tal y como era, si hablábamos del tema era en forma graciosa. Creo que todos alguna vez conocimos a alguien con cosas raras, algún tic por ejemplo, también teníamos con fer un amigo en común que no cruzaba a la vereda de enfrente de su casa, Javier se llamaba, más de diez años que no pasaba por la vereda de enfrente y si le preguntabas por qué, no sabía, decía que no pensaba en eso, que lo hacía por instinto y sin ninguna razón aparente, cuando llegaba a la cuadra cruzaba. Más de diez años sin ir por la vereda de enfrente, eso no me preocupaba mucho, solo que a cualquiera le daría que pensar, Javier mucho tampoco se preocupaba « un día de estos me cruzo y todo seguirá igual » solía decir.
El invierno había pasado dejando mucho frío, tal vez con las temperaturas más bajas de los últimos años, esto me favoreció muchísimo, ya que tengo con mi padre una empresa textil y gracias al frío de ese año vendimos muchísimo. Llegado el verano decidí alquilar una casa toda la temporada, conociendo la fascinación que fer tenía por el mar, lo convencí para que se viniera conmigo, me costó bastante pero como yo correría con todos los gastos termino aceptando.
Los primeros días fueron los mejores, otros amigos habían venido, y fer parecía otra persona, más parecido al de años atrás cuando no estaba permanentemente encerrado. Más aún cuando estábamos en la playa, su ánimo era hasta superior al mío, me sentí muy contento de haberlo traído, el mar lo hacía sentir libre y lo demostraba.
No les contaría esta historia si todo fuese color de rosas, el problema comenzó más o menos un mes después, nuestros otros amigos regresaron a sus casas, pues debían volver a sus respectivos trabajos, fer y yo estábamos solos, mi ánimo había descendido un poco, pero por el solo hecho de estar de vacaciones y que días atrás, cuando mis otros amigos todavía no se habían marchado, no teníamos respiro, dormíamos poco, después a la playa, luego al baile y casi sin dormir al mar otra vez. Era hora de descansar un poco nos quedaban muchos días aun y solo con fer decidí que era momento de tranquilizarse.
Mi amigo ya no era el mismo que unos días atrás no paraba de reírse, algo lo estaba atemorizando. El mar ya no lo ponía alegre sino todo lo contrario, ahora estaba triste, recuerdo como empezó todo, un atardecer frente al mar poco antes de que volvamos a la casa, mirábamos hipnotizados como las olas rompían frente a nosotros, fer quebró el silencio y me dijo:
--- todavía veo los caballos---
--- ¿ que dices ? pregunte sorprendido.
--- ¿no recuerdas? siempre que miro el mar veo cientos de caballos, algunos con sus jinetes, otros con carruajes, enfurecidos guerreros tratando de cruzar el océano, siempre me pareció hermoso lo que veía pero ahora me causan temor, aunque no puedo dejar de mirarlos, cada vez lo soporto menos, tengo miedo.---

De a poco comencé a recordar, cuando éramos niños  nuestros padres veraneaban juntos y recuerdo que una vez me había comentado cuando estábamos en la playa, lo que veía, los guerreros con sus espadas y sus arcos, montados a caballo, blancos como la espuma, cayendo y subiendo junto a las olas, también cuando veía una foto del mar estaban los jinetes del mar, esto era mas que extraño, el mar podría causar un efecto óptico con el cual creaba estas imágenes ante los ojos de mi amigo, pero ¿ como podría ocurrir esto en una foto ?
---Si, lo recuerdo, nunca pensé que esto te seguía ocurriendo, creí que solo era una fantasía de tu niñez--- le conteste.
Sus ojos seguían clavados en el mar, de repente le empezaron a suceder cosas, comenzó a temblar, luego empezó a girar su cabeza en todas las direcciones, al mismo tiempo con sus manos se golpeaba como si algo lo molestara.
----¿ que pasa fer, que te pasa? comencé a gritar.
----¡¡¡ los mosquitos, están por todas partes, salen de la arena, ayúdame, me pican, me pican, ayúdame!!! Mientras pedía a gritos que lo ayudara, lo puse de pie y lo saque de la playa, corrimos hasta la avenida, en realidad el que corría era él, yo solo lo seguía. Una vez fuera de la playa lo alcancé y le pregunte que sucedía
--- ¿ qué es lo que te ocurre, no hay ningún mosquito? ¿fer, fer? contéstame!!!.
Nunca me contesto porque cayó al suelo, traté de hacerlo reaccionar pero no hubo caso; tenía la temperatura alta y su rostro estaba lleno de picaduras, en ese momento pensé que se había lastimado con sus propias manos. Pare un taxi justo cuando se largó una fuerte lluvia, lo subí con la ayuda del chofer y nos llevo a la casa que había alquilado.  Al llegar llamé a una ambulancia, pero tardo casi dos horas en llegar. Fer seguía con fiebre cuando llegaron los enfermeros.
---¿ por estos lugares siempre son tan rápidos? me queje
--- discúlpenos señor, solemos ser más rápidos, pero hasta hace un rato caían granizos y nos resulto imposible llegar antes, el tiempo está loco ahora hay pleno sol!!--- me contesto. Miro a fer que estaba acostado en la cama y me pregunto que le había ocurrido.
--- en realidad no sé, estaba junto a él cuando de repente se empezó a golpearse así mismo, diciendo que unos mosquitos lo picaban---le respondí, creó que mucho no me creyó, aunque no me interesaba lo que él pensaba, solo quería que me dijera que le ocurría a mi amigo.
Luego lo examino un poco, le aplicó una inyección para que le bajara la temperatura, me dejó unos calmantes y me aconsejó que en cuanto pudiera lo llevara al hospital. Le pagué al enfermero y se fue.
A la media hora ya estaba mejor, había bajado su calor corporal, la picazón que tenía en su rostro desapareció casi misteriosamente, por fin abrió los ojos.
---Estas bien? será mejor que te lleve a un hospital--- me miró y contestó:
---Un hospital no servirá de nada--- hizo una pequeña pausa y continuó--- sólo necesito ser libre, pero los hombre a caballo están detrás de nosotros---
---te traeré un poco de agua--- dije y me dirigí a la cocina
No había caso, necesitaba un hospital urgente, pero siquiátrico. Comencé a lamentar el día que se me ocurrió traerlo de vacaciones. No podía entender como haber estado tanto tiempo cerca del mar lo había alterado de este modo.
Volví a la habitación, ahí estaba, asustado como nunca lo había visto, « no debí sacarlo de su altillo» me dije. Nunca miraba un punto fijo, giraba su cabeza constantemente, ni siquiera podía detenerse a mirarme un segundo, tampoco me pregunto que le había ocurrido, simplemente estaba ahí, alterado aparentemente por sus visiones en el mar. Me senté en la cama junto a él.
--- Toma un poco de agua, te sentirás mejor---le dije mientras le alcanzaba el vaso. Lo tomo con ambas manos y comenzó a beber, pero enseguida escupió el agua.----¡Sangre!--- grito y arrojo el vaso. Después sobre la cama empezó a retorcerse, se agarraba el estómago y gritaba del dolor---mi estómago, mi estómago!!.---- Recuerdo que no pude sostenerlo, su fuerza era abismal, me arrojo dos veces al piso. No tenía idea de lo que sucedía, fue cuando cometí el peor error de todos. Corrí hacia la cocina, tomé el teléfono, llame al hospital y trate de explicar lo que ocurría, por suerte la ambulancia no se encontraba muy lejos y me comunicaron que pronto llegarían. Fue cuando volví a la habitación que descubrí lo peor, parte del marco de la puerta estaba ensangrentada, mi amigo yacía tirado detrás de la puerta y una de sus muñecas sangraba con una herida que iba de lado a lado.
En ese momento entraron los enfermeros, que ingresaron gracias a que había dejado la puerta abierta. Vendaron rápido su muñeca, le aplicaron una inyección que lo adormecería por un par de horas y lo volvimos a acostar en la cama.
---¿ por qué lo hiciste, que es lo que te sucede? le pregunte mientras lo cubría con una manta
--- Así no entrara la peste, la peste!--- el calmante causó efecto, cerro los ojos y durmió por horas.
El enfermero se acerco a mi.
--- tenemos otra urgencia, cerca de aquí, su amigo dormirá por un par de horas, luego vendremos por él--- me dijo mientras se retiraba.
---¡Oiga!, no puede irse, intento matarse y hasta hace un rato tuvo un fuerte dolor de estómago como si tuviera una ulcera, debe llevarle a un hospital.--- le dije mientras lo tomaba del brazo
--- No se preocupe, ya le dije que dormirá por un largo rato, llegamos justo a tiempo y casi no perdió sangre, quédese tranquilo, el problema de su amigo es mental, vigílelo bien hasta que regresemos. Si llega a despertar y aun no hubiésemos llegado, vuelva a llamar al hospital para que le manden otra ambulancia---- luego se soltó de mi mano y se marchó a paso veloz. Dejarlo ir fue mi segundo error.

Me maldije una y otra vez por haberlo sacado de su guarida, estaba agotado y no conseguía calmar mi mente, buscaba una respuesta (que no iba a encontrar), algún punto que me explicara porque había comenzado todo este desastre.
Lleve un sillón del comedor hasta la habitación, lo coloque junto a la cama y me quede observando a Fernando. Todo sería distinto, ya no podía ver a mi viejo amigo en su rostro. Creo que soñaba y pienso que nada bueno, parecía aturdido sin dejar de mover su cabeza. Luego se tranquilizo, al igual que a mí, el cansancio me estaba venciendo. A pesar de los café que había tomado caí abatido, en realidad jamás un café me mantuvo despierto ni prolongo el tiempo en caer dormido, así fue que de todos los errores que cometí ese día, que nunca me perdonaré, es haberme dormido en el sillón.   
Desperté helado, temblando del frío, tenía los pies mojados por la lluvia que nos atrapo antes de subir al taxi, me levante dolorido de los pies al cuello, ---una ducha bien caliente me hará bien --- me dije; fue cuando me dirigía hacia el baño que percibí el horror, --- desapareció!!!--- grite. Lo busque por toda la casa pero no había señal de él. Corrí a la terraza, el único lugar que me quedaba  por mirar « se quiere tirar » pensé, otra vez me equivoque ya que no había señal de él. Me acerque a la cornisa con esperanza de verlo por la calle. A lo lejos divise un hombre con una bata blanca, como la que los enfermeros le pusieron a mi amigo antes de acostarlo, tenía que ser él. Caminaba por la arena, a un poco más de dos cuadras de la casa se encontraba un playa, no era publica y estaba descuidada, nunca fuimos allí. Ahora Fernando caminaba en sus frías arenas y se estaba internando en el mar.
Salí tan rápido como pude, en el instante que salía vi llegar a la ambulancia. --- Ayúdenme, ayúdenme!!--- Grite varias veces mientras corría hacia ellos--- está en la playa, se quiere ahogar!!!---.
---como ocurrió eso!--- grito enfurecido pero yo ya estaba corriendo hacia la playa. El enfermero, subió a la ambulancia, hacia la playa fue, paso a toda velocidad por al lado mío, seguí corriendo mientras veía frenar la ambulancia en la arena y ver a los enfermeros correr al mar. No pude ver más, la playa tenía una pequeña caída que no me permitía ver más hasta no llegar a la arena.
Por fin llegue, estaba exhausto y sin aire, en cuanto pude ver algo frena a respirar, me apoye en mis rodillas para no caerme, levante mi vista y lo vi, sin duda era Fernando. Caminaba mar adentro, lo extraño era que se había internado en el mar un trecho bastante largo y sin embargo el agua no le  llegaba a las rodillas. Los enfermeros sin dejar de correr se quitaron las alpargatas y se arrojaron al mar, uno de ellos antes de hacerlo, miró hacia atrás, me vio y grito que trajera la camilla de la ambulancia. Nunca lo entendí pero mientras los pobres hombres nadaban con un esfuerzo descomunal, mi amigo seguía con el agua a la altura de los pies.
Tome la camilla, corrí a la orilla cuando descubrí aliviado que a nado traían a fer, a salvo, él parecía desmayado, lo acostaron en la camilla.--- ¿ trago agua ?--- pregunte impaciente « ni una gota » respondió una de ellos. Ambos levantaron los extremos de la camilla, tomé a mi amigo de la mano, estaba helado y temblaba mucho. Ha paso veloz fuimos a la ambulancia, un enfermero y yo nos quedamos atrás con fer, él otro tomo las riendas del carro, prendió la sirena y salimos patinando de la arena hacia el hospital.
Porque, porque repetí una y otra vez sin dejar de soltarle la mano, pareció escucharme, entre abrió los ojos, me miró y en su cara había una expresión de felicidad como jamás le vi. Intentaba decir algo y a pesar de la prohibición del enfermero, le quite el respirador.
---dime--- dije mientras acercaba mi oído a su boca
---Soy libre, los caballos se fueron--- hablo casi susurrando y lento, hizo una pausa y hablo otra vez---cruzamos el mar, ellos no, las aguas se cerraron y se ahogaron, somos libres, soy libre. Estoy feliz ya no me oprimirán más, los jinetes del mar se fueron pare siempre!--- no habló más, sonrió por última vez, mire al enfermero --- lo siento--- dijo.
Su rostro irradiaba felicidad y paz, le cerré los ojos. Su cara de repente pareció avejentarse, al igual que sus manos, la cual una aun sostenía, eran manos de un hombre que trabajo la tierra o que levantó piedras durante años, hoy creo que solo fue una ilusión mía.

Ya pasaron tres meses del funeral que los pocos amigos que tuvo y sus familiares le hicimos.
Estaba sentado frente a Javier, en su casa. Estuvimos hablando largo rato, nos veíamos poco, por eso siempre había de que hablar. De Fernando no hablamos, nunca lo hacíamos. Luego nos quedamos callados, ninguno dijo nada, creo que él al igual que yo pensaba en nuestro viejo amigo. Después rompió el silencio.
--- Lo voy a extrañar--- dijo mientras miraba perdido algún sector de la casa.---Todos lo haremos--- respondí.
Me acompaño a la puerta---vuelve pronto, no te tomes tanto tiempo--- decía mientras me abría la puerta
--- Nunca me voy, los amigo no tienen distancia--- nos abrazamos y me fui. Cuando cerró la puerta me detuve. Mire la vereda de enfrente, la cual Javier no la caminaba desde chico. Seguí inmóvil parado ahí, con la vista fija sin mirar nada. Todo lo ocurrido estos últimos meses pasó frente a mí en unos segundo, mientras pensaba percibía la soledad del lugar.
¿ Que encerraba fer en sus palabras, que había en el pasado de su vida que lo mantenía preso? Tal vez pensamientos de vidas anteriores, no lo sé. Siempre intente enterrar un doloroso pasado, en vez de aceptarlo y entenderlo, creo que mucha gente lo hace.

« Si aprendiéramos de nuestro pasado; quizás así podríamos cruzar a la vereda de enfrente » comencé a caminar, me alejé lentamente y ya nunca más volví. 

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